Temas de Política Internacional
Por Enrique Rosas González
Miercoles, 02 de julio de 2008.
Gaitán partió en dos la vida de Colombia. Tras su asesinato el 9 de abril de 1948 Colombia dejo de ser la misma. Oscar Silva nos relata a través de aquellas líneas que sirvieron de prólogo a la primera y segunda edición del destacado trabajo escrito por William Briceño: Gaitán, después de medio siglo, parte de una advertencia que fue cumplida por el pueblo con devoción casi religiosa: “Y si me matan…Vengadme”. Desde ese día, ese pueblo ciego por el dolor y el desconcierto salió a teñir con su sangre las calles y ciudades de toda Colombia.
58 años después, Colombia entera clama por paz. Una paz añorada por aquellos quienes apostaron al cambio y en consecuencia llevaron a Uribe Vélez a tomar posesión el 7 de agosto de 2002, en medio de los más cruentos ataques que se hubieran registrado durante un acto de posesión. El 8 de agosto, el Heraldo de Barranquilla comentaba: “Nunca antes en la historia de Colombia se había visto una oleada terrorista tan violenta y simultánea con la posesión del Presidente de la República como la que ayer estremeció al país. Mientras la ceremonia de dicha posesión se realizaba en el Capitolio, con todo su protocolo de juramentos y discursos, estallaban en la Casa de Nariño y sus inmediatos alrededores 10 rockets (cohetes) que mataron a más de 15 personas inocentes, entre ellas niños de meses, hirieron a un soldado de la cabeza y causaron daños a la residencia presidencial”.
No obstante, a pesar de esos tristes acontecimientos que preveían la inevitable continuidad de la violencia, Uribe logró avanzar con éxito sobre la incertidumbre y el pesimismo. Tanto así que muchas de sus conquistas lograron reabrirle las puertas de Nariño en su tan esperada reelección presidencial. No se pueden ocultar sus esfuerzos por erradicar el secuestro, la pobreza, por recuperar la senda del crecimiento económico y por establecer un sistema de Seguridad Democrática. Por eso y mucho más toda la nación neogranadina decidió el 28 de mayo del 2006 apostar nuevamente por su gestión. Colombia comprendió que para alcanzar la paz que tanto necesitan, el Estado y la sociedad deben abonar los caminos de la seguridad. Una seguridad que sea democrática y que abarque a todos los ciudadanos, independientemente de su inclinación política, de su grado de acuerdo o desacuerdo con el gobierno, de su estatus social, de su pertenencia a un gremio o a una organización sindical. Una seguridad que integre y no desuna.
58 años después, Colombia entera clama por paz. Una paz añorada por aquellos quienes apostaron al cambio y en consecuencia llevaron a Uribe Vélez a tomar posesión el 7 de agosto de 2002, en medio de los más cruentos ataques que se hubieran registrado durante un acto de posesión. El 8 de agosto, el Heraldo de Barranquilla comentaba: “Nunca antes en la historia de Colombia se había visto una oleada terrorista tan violenta y simultánea con la posesión del Presidente de la República como la que ayer estremeció al país. Mientras la ceremonia de dicha posesión se realizaba en el Capitolio, con todo su protocolo de juramentos y discursos, estallaban en la Casa de Nariño y sus inmediatos alrededores 10 rockets (cohetes) que mataron a más de 15 personas inocentes, entre ellas niños de meses, hirieron a un soldado de la cabeza y causaron daños a la residencia presidencial”.
No obstante, a pesar de esos tristes acontecimientos que preveían la inevitable continuidad de la violencia, Uribe logró avanzar con éxito sobre la incertidumbre y el pesimismo. Tanto así que muchas de sus conquistas lograron reabrirle las puertas de Nariño en su tan esperada reelección presidencial. No se pueden ocultar sus esfuerzos por erradicar el secuestro, la pobreza, por recuperar la senda del crecimiento económico y por establecer un sistema de Seguridad Democrática. Por eso y mucho más toda la nación neogranadina decidió el 28 de mayo del 2006 apostar nuevamente por su gestión. Colombia comprendió que para alcanzar la paz que tanto necesitan, el Estado y la sociedad deben abonar los caminos de la seguridad. Una seguridad que sea democrática y que abarque a todos los ciudadanos, independientemente de su inclinación política, de su grado de acuerdo o desacuerdo con el gobierno, de su estatus social, de su pertenencia a un gremio o a una organización sindical. Una seguridad que integre y no desuna.
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Desde Venezuela celebramos la liberación de la Dra. Ingrid Betancourt y demás secuestrados y aunamos votos para que la sabiduría y la providencia permitan conducir finalmente a Colombia por caminos de unión y de paz.
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